4 principales maderas de Roble para la elaboración de las barricas:
El roble ibérico: También se conoce como rebollo y taxonómicamente es Quercus pyrenaica. «Es una madera más blanda», . Conjuga la elevada tanicidad de los robles franceses con la gran aromaticidad de los robles americanos. Aunque aún es un roble minoritario, diversas bodegas lo usan con gran orgullo.
El roble europeo: también se conoce como roble húngaro y se cultiva en Croacia, Rumanía y Hungría. Taxonómicamente es Quercus rubor. Tradicionalmente se considerada una madera más bruta que la típica del roble francés (Quercus petraea), pero la verdad es que comparte con esta especie la característica de ser una madera con poca capacidad de cesión aromática y, lo que es más interesante, tener un menor contenido en taninos, con lo cual, inteligentemente usada, favorece el «respeto por la fruta».
El roble francés: es el mejor valorado de todos los robles, el Quercus petrea, proviene de los famosos bosques franceses de Allier, Bretagne, Nevers, Vosgos, etc. Es de crecimiento muy lento. Son robles que respetan mucho las características del vino, lo moldean, pero sin marcarlos en exceso.
El roble americano: es el roble blanco (Quercus alba) y proviene de Norteamérica. Se trata de un roble más duro, fuerte y robusto. Cede más compuestos aromáticos al vino (coco, madera tostada, vainilla, etc.). Su usabilidad es algo mayor comparada con el francés. En algunas regiones, como La Rioja clásica, toman el sabor americano como señal identitaria.
Otras maderas
La acacia: se cultiva mayormente en países de Europa central. La madera de acacia es menos tánica que la de roble, además de ser más porosa y, por supuesto, con una carga aromática particular. «La acacia aporta mantequillas y notas cítricas. Es de crecimiento rápido, de poro más abiertos y genera menos anillos de crecimiento. Es una madera que funciona muy bien, pero es casi exclusiva para los blancos porque su porosidad no permite largas crianzas». Además, su savia es rica en polisacáridos (de ella se extrae la goma -arábiga- que se usa en la industria alimentaria y, por supuesto, enológica), que proporcionan volumen y cuerpo en boca.
El castaño: «Históricamente el castaño se había utilizado en toda la zona mediterránea, pero llegó el roble y su uso se abandonó. A nivel textura, aporta astringencia, nervio y algo de dureza. Sin embargo, los aromas son como de harina de castaña, como un dulce que se saca del horno». El Castanea sativa es una barrica más porosa que el roble, acelera la oxidación, por lo que se prefiere para vinos blancos de crianza corta. Asimismo, se utiliza para vinos de oxidación deliberada como serían los rancios.
El cerezo: Prunus avium es una madera poco utilizada para vinos de máxima calidad, pero muy adecuada para destilados, licores y vinagres. «Aporta sabores a anís y cereza en licor, mucha dulcedumbre. Es una madera muy blanca, y su sabor penetra rápidamente en el vino». Es una barrica minoritaria para vinos tranquilos.
El pino: Pinus canariensis se utiliza para un estilo minoritario de vinos de la DO La Palma. Son vinos blancos, rosados o tintos cuya crianza se ha realizado en barricas de tea, nombre local que recibe una especie de pino que crece en la isla. Recuerdan a los famosos retsina griegos, porque son especiados y de aspecto envejecido.
Cerremos el artículo con una frase antológica del Émile Peynaud, la dejó escrita en su libro El Gusto del Vino: «El saber envejecer consiste en conservar largo tiempo las virtudes de la juventud».