La calidad de la madera de las barricas desempeña un papel FUNDAMENTAL en el envejecimiento de un vino. Según el tipo de roble, su edad, el tamaño de la barrica, etc, su influencia siempre será distinta.
La madera de las barricas es tan importante en el resultado final del vino como lo es el viñed o las proporciones de uva elegidas.
Por un lado, permite la entrada controlada del oxígeno, que hace que el vino madure y suavice su textura. Pero por otro lado, y especialmente durante la primera fase de envejecimiento, la madera cede al vino sus propios taninos y valores organolépticos, aportándole sabores y aromas como vainilla, tostado, caramelo o café, que enriquecen al conjunto y que serían imposibles de obtener sin el contacto del vino con la madera.
Es importante también que el tiempo de contacto se ajuste al tipo de vino, ya que si el vino permaneciera demasiado en la barrica, los taninos ásperos de la madera terminarían por derrotar a los aromas originales.
Los mejores matices del roble se obtienen cuando es nuevo o seminuevo. Se puede decir que una barrica es óptima en sus primeros tres a cinco años.
La diferencia fundamental está en la estructura de la madera. El roble blanco americano es más compacto y tiene menos poros que el roble francés.
Las barricas de roble americano son más resistentes, duras y prácticamente impermeables, y sus poros tienen un tamaño considerablemente mayor que los del roble francés. Esto hace que las propiedades de la madera sean transmitidas al vino con más facilidad y rapidez por lo que está especialmente indicado para reducir la astringencia y dureza de los vinos en tiempo record.
El roble americano aporta menos taninos al vino, pero una mayor variedad de aromas entre los que se encuentran notas más tropicales o exóticas, como el coco, y aromas a café, humo, tabaco y cacao. Aromas potentes pero menos delicados que los que ofrece el roble francés.
La madera de roble francés es mucho más blanda, por lo que al tener el poro hueco debe hendirse para la formación de las barricas, y por tanto se desperdicia mucha más madera, haciéndola más costosa. De hecho, el precio de una barrica de roble francés puede triplicar el de una barrica de roble americano.
Pero la inversión merece la pena. Por poseer poros más finos en relación al roble americano, transmite sus atributos de una forma más pausada y equilibrada, lo que aporta mayor elegancia al vino y notas más sutiles y delicadas como los aromas a vainilla, miel, frutos secos, especias dulces y herbáceas y balsámicas. En definitiva, agrega más equilibrio y distinción, por lo que suele ser utilizado en los vinos de mayor gama.
No obstante, en general al elección de un tipo u otro de madera no depende del precio, sino del gusto del enólogo y del tipo de vino que se desee.
De cualquier forma, la elección del tipo de madera, la intensidad de tostado que se le da a la barrica en el proceso de fabricación, cuando se están curvando las duelas o tablas que la forman-, tienen una gran importancia para que el vino desarrolle una buena crianza en el tonel, y su calidad y complejidad aumenten.
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